El pasado 31 de mayo, el Instituto Español de Oceanografía (IEO) sumergió, en la zona central de la laguna del Mar Menor, un sensor a 5 metros de profundidad para medir la disponibilidad de luz en la columna de agua. Lo recuperó el 24 de agosto. Para entonces, los peces y crustáceos muertos, tras el nuevo episodio de falta de oxígeno (anoxia), se contaban ya por toneladas en las orillas. Al comprobar los datos recogidos por el aparato, algo que solo fue posible al sacarlo del agua y analizar sus registros, vieron "claramente cómo, a partir de principios del mes de junio, los valores máximos diarios" de la irradiancia submarina PAR (radiación fotosintética activa) "experimentan una reducción paulatina y constante hasta alcanzar valores muy próximos a cero (casi oscuridad) a principios de agosto y manteniéndose así durante todo el mes". El punto de inflexión de la extinción de la luz "se produce a partir del 19 de julio".
La "reducción de la disponibilidad de luz en la columna de agua" es "uno de los efectos más inmediatos de la proliferación masiva de fitoplancton". Estos microorganismos fotosintéticos reciben los nitratos, principalmente del abono de los regadíos, con el mismo entusiasmo que una lechuga, reproduciéndose de forma descontrolada bajo determinadas circunstancias dada la acumulación de vertidos que sufre ya la laguna. Su acumulación acaba dejando el fondo a oscuras, sin capacidad de recibir la luz del sol por parte de las algas del fondo, que mueren, realimentando el fenómeno.
Ese boom fitoplanctónico empezó esta vez "a finales de primavera y continuó creciendo de forma exponencial a finales de agosto".
Otros parámetros daban previamente la alerta, como el aumento de la clorofila derivada precisamente del proceso fotosintético multiplicado, un clásico de los episodios de sopa verde y/o mortandad masiva que lleva experimentando la laguna desde 2015. Traducción: el Mar Menor avisa. Otra cosa es que se escuche lo suficiente a pesar de que la laguna, desequilibrada tras décadas de vertidos de nutrientes, lleva más de cinco años al borde del colapso total y lo ha demostrado en cuatro grandes episodios de reproducción descontrolada del fitoplancton.
Cada uno de esos episodios han venido precedidos de cambios en los niveles de oxígeno, clorofila, turbidez... en zonas concretas y con variaciones justificadas en factores determinados. Es decir: son medibles, anticipables, sus cambios se detectan. ¿Por qué entonces esas caras de sorpresa en las tribunas? ¿Por qué esas teorías tan dispares como precipitadas? La primera pregunta es si se está monitorizando a un nivel adecuado la situación extrema que vive la laguna. La respuesta parece ser que es bastante mejorable.
"Los sucesos ocurridos recientemente en el Mar Menor y la enorme confusión sobre sus causas son en parte reflejo de un deficiente sistema de monitorización de la albufera, que debe ser mejorado y actualizado para detectar estos eventos y sus causas de forma inequívoca, fiable y transparente", reza una de las conclusiones del ya conocido estudio del Instituto Español de Oceanografía (IEO) titulado Nuevo Evento de Mortalidad Masiva de Organismos Marinos en el Mar Menor: Contexto y Factores, hecho público recientemente. Un informe que, sustentado en datos actuales e históricos, descarta teorías como la de las altas temperaturas como causa del evento o la de la necesidad de dragar golas como la de Marchamalo, que conectan el Mar Menor con el Mediterráneo, defendidas desde el Gobierno de la Región de Murcia.
La defensa de la apertura de las golas, que mantiene el Ejecutivo de López Miras, es una de las teorías que más polémica ha levantado dado que el intercambio de aguas entre el Mar Menor y el Mediterráneo se ha visto históricamente forzado con dragados como el del Canal de Estacio para facilitar la entrada de barcos de mayor calado. La consecuencia, lejos de ser positiva, fue el descenso de la salinidad en el Mar Menor, una de las vulnerabilidades de este actualmente.
Quién mide el Mar Menor
Son varios los organismos que tienen sus ojos puestos en el Mar Menor. El IEO, dependiente del Ministerio de Transición Ecológica y autor del citado informe realiza mediciones periódicas a pesar de no contar con un presupuesto destinado en concreto a esta finalidad. Sí lo tienen, procedente del Gobierno de Murcia, tanto la Universidad de Murcia como la Universidad Politécnica de Cartagena, que monitorizan la laguna y alimentan con sus informes y recogida de datos el Canal Mar Menor. Según confirman fuentes del Gobierno de López Miras a DATADISTA, estas mediciones de clorofila, salinidad, oxígeno, temperatura, turbidez y transparencia se realizan "semanalmente". Una de las principales críticas que reciben estos datos que se cuelgan periódicamente es que se publican de forma tardía y que se hace con valores promedios, sin especificar en qué punto del Mar Menor se han tomado.
Ambas universidades publicaron en Canal Mar Menor sendos estudios realizados expresamente tras el nuevo episodio de mortandad masiva de peces en los que las mediciones son mucho más concretas y definidas por zonas y/o estaciones de muestreo. "Ante la aparición de peces y crustáceos muertos en las orillas de las playas de Islas Menores, Punta Lengua de Vaca y Cala del Pino el lunes 16 de agosto se procedió a realizar campañas de medida de parámetros oceanográficos mediante perfilador CTD equipado con sensores auxiliares los días 16 y 18 de agosto con un total de los 48 perfiles verticales", explica el de la Universidad Politécnica de Cartagena.
Son estudios centrados en el episodio de este año, sin comparativa de parámetros con otros episodios previos o niveles de temperaturas históricos, por ejemplo, como sí hace el del IEO para descartar la teoría de que haya sido esa la causa del evento. Que esa sea una causa determinante sí se alimenta, por ejemplo, en el informe de la Politécnica a pesar de reconocer que lo hace basándose en una ola de calor de cuatro días previa al episodio de mortandad.
Esta falta de coordinación entre organismos que están monitorizando el Mar Menor es otra de las críticas, abonada por las desavenencias en el seno del Comité de Asesoramiento Científico que se creó en 2016 y que sufrió en 2019 tan numerosas como importantes bajas de científicos relevantes (Julia Martínez, Miguel Ángel Esteve, Víctor Manuel León, Juan Manuel Ruiz, José Álvarez...), entre críticas por la politización del comité. Las actas de este no se publican desde mediados de 2018.
Según Pedro García, director de la Asociación de Naturalistas del Sudeste (ANSE), la situación del Mar Menor justificaría el establecimiento "de un sistema de boyas que permitiera medir cada 24 horas los principales parámetros, especialmente en periodos como verano. También sería importante medir la evolución del intercambio de agua" entre la laguna y el mar mayor, el Mediterráneo. "Eso permitiría evaluar, predecir, pero exigiría que los grupos de trabajo estuvieran coordinados".
La importancia del contexto: 4 grandes episodios de una larga crisis
Una de las fortalezas del estudio del Instituto Español de Oceanografía es que contextualiza el episodio del pasado mes de agosto, señalado como el último "evento de mortalidad masiva de fauna marina en el Mar Menor", parte del "proceso de eutrofización que la laguna costera viene experimentando a lo largo de las últimas décadas como consecuencia de los aportes masivos y casi continuos de nutrientes procedentes de la actividad humana". Nutrientes que llegan a la laguna por las ramblas, "principalmente por las aguas de rechazo de las desalobradoras" privadas del Campo de Cartagena, que sacan agua contaminada por nitratos del Acuífero Cuaternario y la desalobran para regar, generando un vertido que concentra los nitratos; "las aguas subterráneas" del propio Acuífero, tan lleno que aflora a la superficie y acaba en el Mar Menor, con el que además está conectado de forma subterránea; "el arrastre de agua y materiales de la cuenca vertiente durante las lluvias torrenciales" y los "colectores pluviales conectados al sistema de alcantarillado".
Son ya cuatro los grandes episodios de proliferación fitoplanctónica, con periodos intermedios de aguas más transparentes, que forman parte de "la crisis distrófica del Mar Menor" iniciada en 2015, explica el informe. El primero es el conocido como episodio de sopa verde de 2016, al que siguió un segundo episodio de sopa verde entre 2017 y 2018. El tercer episodio, asociado a las DANAS de 2019 y 2020, fue el que inauguró los eventos de mortandad masiva de fauna marina. El cuarto es el que se ha vivido este año.
El comportamiento de los parámetros que indican que se avecina un nuevo episodio es similar. Ocurre por ejemplo con la concentración de clorofila, que se elevó en los cuatro episodios "por encima de la media general registrada en décadas anteriores". En el caso del tercero, el que sucedió a las DANAS, "se alcanzaron niveles mucho mayores probablemente por la entrada de enormes cantidades de materia orgánica (con alto contenido no solo en nitrógeno sino también en fósforo) asociadas a los sedimentos terrestres arrastrados por las lluvias a la laguna, la mayoría procedentes de terrenos agrícolas", dice el informe del IEO.
Pero la clorofila no aumentó solo tras las DANAS, aunque estas disparasen los niveles. El 4 de octubre de 2019, cuando faltaban ocho días para que las orillas de la playa de Villananitos empezasen a llenarse de peces moribundos en busca de oxígeno, la Asociación de Naturalistas del Sudeste (ANSE) y WWF difundieron un vídeo grabado la última semana de septiembre en el centro de la cubeta norte del Mar Menor a una profundidad entre 4 y 6,50 metros. El fondo mostraba los peores temores desde el episodio de sopa verde de 2016. Turbidez, bloom fitoplanctónico, falta de luz. Ya desde finales de agosto, los parámetros de clorofila, etc. estaban indicando que la laguna podía estar de nuevo al borde de desequilibrarse ante cualquier evento.
Este año, ese indicador también empezó a avisar con tiempo. "Muestreos adicionales realizados en marzo y julio de 2021 corroboran que en marzo las concentraciones de clorofila ya empezaban a ser algo elevadas, en particular en la costa oeste. El 27 de julio las concentraciones ya alcanzaban valores medios de 12-13 µg/l, muy similares a los alcanzados en anteriores blooms fitoplanctónicos en la laguna, observándose los valores máximos frente a la Rambla del Albujón. Los valores medios más elevados se observaron en la parte central y sur" de la laguna.
El incremento de la clorofila desde mediados de julio hasta el 26 de agosto siguió "una dinámica de tipo exponencial", que llevó a que los valores medios de clorofila sobrepasasen los 20 mg/litro en las zonas centro y sur de la laguna.
Este hecho también lo recoge el último informe de la Universidad de Murcia publicado en el Canal Mar Menor. "La concentración de clorofila, tras haber mostrado un cambio drástico tal y como se anticipaba como probable a finales de julio y se constató a primeros de agosto, ha seguido aumentando su concentración. (...) En general, las concentraciones en la capa profunda en toda la cubeta sur son muy preocupantes por lo que supone de acumulación de materia orgánica".
La desaparición de la pradera marina
Aunque hay discrepancias importantes entre los tres informes citados que han llamado la atención teniendo en cuenta su origen científico, si en algo coinciden es en la posible desaparición de la pradera marina que habrá provocado la oscuridad en el fondo. "Los valores de radiación luminosa en el fondo indican que la vegetación del fondo tenderá a desaparecer en poco tiempo -si no lo ha hecho ya– incrementándose la materia orgánica en el agua y reforzándose los mecanismos de formación de anoxia. Los animales muertos en el fondo pueden constituir un aporte adicional importante de materia orgánica al agua", explica el de la Universidad Politécnica de Cartagena.
"De continuar durante más tiempo esta condiciones en que se encuentra el Mar Menor, podría repetirse la mortalidad masiva de las algas que colonizan el fondo, retroalimentando el evento actual de turbidez por más tiempo y agravando aún más la situación de anoxia", comenta el del IEO, que confirma que en algunas zonas ya es un hecho. "Este hecho ha sido ya confirmado en la zona sur, donde la pradera de Cauliphera a 5m ha desaparecido casi por completo".
Conocer el estado de las algas del fondo del Mar Menor es algo que también necesita seguimiento. Si ha sido posible conocer en los últimos años los cambios que ha experimentado ha sido por estudios como los realizados por la Asociación de Naturalistas del Sudeste (ANSE) junto con la Fundación Biodiversidad, dependiente del Ministerio de Transición Ecológica, y el Instituto Español de Oceanografía. Por el momento se han realizado tres estudios físicos en este sentido, en 2014, 2016 y 2018, que representan respectivamente: una cartografía del fondo de la laguna previa al episodio de sopa verde; el estado cuando tuvo lugar la sopa verde, con mortalidad masiva de la pradera marina; y la situación dos años después, cuando se documentó la recuperación aunque con el alga Caulerpa y no con la que originalmente era predominante en el fondo del Mar Menor, la Cimodocea Nodosa.
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