Hoy te traemos menú especial. Para empezar, hemos entrevistado al secretario de Estado de Medio Ambiente, Hugo Morán, para preguntarle por las medidas y la situación actual del Mar Menor, la guerra con el Gobierno de la Región de Murcia tras la última crisis de mortandad masiva de peces a finales de agosto; cómo es compatible la extensión de miles de hectáreas de cultivos de regadío en Andalucía con la declaración de sequía que acaba de hacer la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir o cómo van a solventar la proliferación de macrogranjas y sus efectos con una normativa que, de momento, estudia los efectos individualmente y no por acumulación de instalaciones en una misma zona.
Además ponemos datos a la temporalidad laboral endémica de España, por edades, sectores, duración de contratos, ahora que se negocia cómo reducirla en reuniones de alta tensión entre socios de Gobierno y con patronal y sindicatos.
Y para cerrar, pero no menos importante, queremos compartir contigo la intrahistoria de nuestra última investigación de largo plazo sobre la España intensiva. Porque detrás de los gráficos, los vídeos de los protagonistas, los textos, también estaban pasando cosas. Arrancamos.
PAÍS TEMPORAL
Ponemos datos a un aspecto que ha colocado a España en el podio de Europa: la temporalidad en el empleo. Los cambios que se están negociando en materia laboral entre socios de Gobierno, patronal y sindicatos, con el eterno debate de si se deroga o no se deroga la reforma del Partido Popular de 2012, han encallado en este aspecto tan característico del panorama laboral español que hace que con cada crisis sean los temporales los que salgan los primeros por la puerta de las empresas, sacándonos siempre en mal lugar en las comparativas de destrucción de empleo frente a otros países que sufren en teoría las mismas crisis.
Hasta ahora, las reformas laborales habían preferido restar derechos a los trabajadores fijos con el argumento de acercar las condiciones de unos y otros, lo que resulta que solo sirvió para facilitar el despido de los indefinidos en la crisis que estalló en 2008 sin mejorar la fragilidad de los puestos temporales, como se vio cuando estalló la COVID-19 y volvieron a ser los grandes perjudicados.
¿Cuál es la magnitud de este fenómeno? ¿A quién afecta especialmente? En este gráfico puedes ver cómo se reparten los puestos por tipo de contrato del Régimen General en marzo de este año, es decir, antes de empezar la época más estacional, el verano, cuando el peso de los contratos temporales se incrementa en casi diez puntos porcentuales sobre el total.
España se ha convertido desde hace tiempo en una máquina de altas y bajas a la Seguridad Social, lo hemos comentado muchas veces, pero entrando al detalle de los datos se puede ver en qué edades y sectores esa ultra temporalidad se ha convertido en sistémica, con un uso amplio incluso de los contratos que duran menos de una semana, a pesar de estar penalizados con cotizaciones más altas. La diferencia con el gráfico anterior es que el primero se refiere a personas afiliadas y este de aquí abajo a contratos registrados, que en muchas ocasiones responderán a las mismas personas que entran y salen de la rueda, muchas veces con carácter semanal y más cuanto más jóvenes son, aunque los contratos de menos de una semana están ya ampliamente extendidos en todas las franjas de edad.
También ocupan un peso muy relevante los contratos de duración indeterminada, como los famosos contratos por obra y servicio, que se pensaron para que acabasen cuando finalizase una construcción o un servicio puntual requerido por una empresa pero que se han hecho estructurales por su uso especialmente por las empresas de subcontratación.
Si se mira por sectores en cuáles se hace un uso más intenso del contrato ultra breve y/o del contrato de duración indeterminada quizás te sorprendan algunos.
Lo que reflejan los datos es una administración sistemática del empleo en la que algunas empresas dan altas los lunes y bajas los viernes y otras muchas optan por las altas masivas el primer día de mes y las bajas el último, de ahí que los contratos de menos de una semana o entre 15 días y un mes sean ambos más numerosos que la opción intermedia. Así se explica el gráfico siguiente, en el que se muestran las altas y bajas netas registradas diariamente en la Seguridad Social. Los picos mayores muestran el comienzo y fin de mes y las barras rojas más cortas suelen coincidir con los viernes, salvo fines de campaña en un sector determinado.
LA INTRAHISTORIA DE LA INVESTIGACIÓN ESPAÑA INTENSIVA
Cada investigación, sobre todo si es a largo plazo como las que nos gusta hacer en DATADISTA, lleva una intrahistoria que no aparece en los vídeos, en los gráficos, en los textos escogidos para tratar de transmitir lo que hemos aprendido de un tema, lo que hemos descubierto. España intensiva tiene la suya.
Cuando quedamos con Eugenio para subir a 1.000 metros de altitud para ver las condiciones que rodean el olivar de sierra, nos pidió que dejásemos nuestro coche abajo y mejor subiésemos con él en el todoterreno, ese con pegatina de Pryca del que sí hablamos en el reportaje, pero del que no se ven los asientos de la parte de atrás, colocados a ambos lados para dejar espacio en el centro a los rastrillos, palas... Sin noticia de cinturones ni asideros, salvo donde tengas la suerte de agarrarte. Menos mal que el vehículo, al que no le quita nadie las dos décadas subiendo y bajando sierra, parece conocerse la ruta y aguanta los latigazos de ramas de olivo sin inmutarse mientras las ruedas probaban los límites del camino. La aceituna se empieza a recoger en diciembre, salvo la de primera cosecha, y allí arriba hiela y hasta nieva, nos contó Eugenio. Los caminos se embarran y el único modo de subir es con ese tipo de vehículos porque no hay modo de meter por allí un tractor. Todo se hace a mano.
Mucho más mecanizado está el olivar tradicional puesto en riego, que también visitamos pero no se nos ocurrió idea mejor que, por un cúmulo de circunstancias, acabar grabando en plena planicie de Jaén en julio a las dos de la tarde. Las chicharras debían estar llamándonos insensatos a gritos porque no pararon. Nos mirábamos mientras entrevistábamos al olivarero, colocado a la sombra de un olivo, viendo cómo, por no poder guarecernos nosotros y hacer al mismo tiempo la entrevista, nos quemábamos en tiempo real.
Todos los aparatos empezaron a fallar. Una de las cámaras, después el dron, que se desconectó del mando avisando de recalentamiento y amenazó durante unos segundos que parecieron mucho más largos con irse o venirse abajo. 52 grados marcaba la temperatura del coche cuando nos fuimos. Paramos en un bar a comer y, después de bebernos el agua hasta de los floreros, nos ofrecieron un plato típico. Y dijimos que sí. Un buen plato colmado de andrajos de Jaén, un guiso característico de la zona que sirvieron hirviendo, no fuese a cambiarnos la temperatura corporal de golpe.
También hemos vivido momentos de tensión, todos relacionados con el sector de las macrogranjas. Uno de los dueños de una no llevó bien la presencia de dos personas con un móvil en un camino fuera de las instalaciones. Dio igual mostrarle los carnets de prensa, explicarle que estábamos realizando una investigación a largo plazo y que aquello que teníamos en la mano ni era el equipo con el que grabamos ni se le parecía, simplemente buscábamos posibles imágenes de recurso para el futuro reportaje. Aquello ya fue motivo de amenazas y gritos, entre los que fuimos informados (por algún motivo que aún se nos escapa) de sus preferencias políticas y de que les importa poco la Constitución.
El motivo de la escena, nos explicó en un extraño intento de reducir tensión el socio amable, en su papel de poli bueno, es que la prensa escribe siempre mal de ellos y que por eso la forma de acercarse a sus instalaciones, aunque no se entre, solo sea para ver la envergadura y antes de publicar una sola línea, es escribirles, mandarles los enlaces de todo lo escrito sobre macrogranjas y solo entonces decidirán si el periodista puede acercarse. Por supuesto, se les ha pedido una entrevista para incluirla en el reportaje con sus explicaciones sobre su negocio. De momento, no la han concedido, como sí hizo otro macrogranjero que aparece.
Esa tensión en torno a la ganadería intensiva y sus consecuencias se nota también en los pueblos muy pequeños alrededor de los que se están instalando macrogranjas. Los vecinos han dejado de hablar del tema porque los pueblos se dividen entre los que están a favor y en contra. Cuando quedas con alguna de las personas que se opone a la instalación, trata de evitar las zonas más concurridas del pueblo y, si se cruza con alguien por los caminos, se inquieta porque le hayan visto.
Entrar en una macrogranja, que nos fue permitido con la condición de no grabar dentro, ha sido una de las situaciones menos agradables de la investigación para alguno de los miembros de DATADISTA. Ver en marcha la máquina de producción de carne de porcino, con los lechones asustados al entrar, estabulados cayéndole por un lado la comida, por otro el agua, y con la reja para eliminar los purines por debajo es una imagen que, a falta de tecnología, se quedará grabada en la mente durante tiempo.
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