Entre 2008 y 2015, la Agencia Española Antidopaje concedió 230 Autorizaciones de Uso Terapéutico (TUEs, en inglés) de derivados de las anfetaminas, según los datos oficiales analizados por DATADISTA obtenidos a través de varias peticiones de información pública a la Agencia Española de Protección de la Salud en el Deporte (AEPSAD).
El 93% de las autorizaciones de estimulantes lo fueron para los tratamientos con metilfenidato, un derivado de la piperidina, de estructura similar a la anfetamina. Es un neuroestimulante que permite una mayor concentración, genera mayor resistencia a la fatiga y quita las ganas de comer, entre otros efectos que mejoran el rendimiento.
Esta información ha sido recibida anonimizada para que no se pueda identificar a los solicitantes aunque permite obtener una radiografía del uso de las TUEs en este periodo de tiempo. Entre 2008 y 2015, la AEPSAD concedió un total de 2.735 autorizaciones para consumir alguna de las sustancias prohibidas por estar consideradas dopaje a deportistas de más de cincuenta federaciones.
Estas autorizaciones permiten a los deportistas profesionales el uso de forma temporal de dichas sustancias si se justifica que es para el tratamiento de alguna enfermedad. En este primer artículo analizamos las autorizaciones para el uso de estimulantes.
El metilfenidato es una sustancia que se usa principalmente para tratar el conocido como trastorno de déficit de atención con hiperactividad, una enfermedad mental que en la actualidad genera una gran controversia por su diagnóstico y tratamiento.
En este sentido, la totalidad de las autorizaciones requeridas a la Agencia Antidopaje Española para el uso del metilfenidato desde 2008 fueron concedidas. Ninguna fue denegada o marcada como que no procediera.
El uso del metilfenidato no es puntual, sino que las autorizaciones superan en la mayoría de los casos el año de duración. El periodo medio de autorización está en unos dos años, aunque hay deportistas con autorizaciones de hasta 4,5 años, es decir, más de un ciclo olímpico.
La federación con mayor número de autorizaciones de uso legal del metilfenidato es la de ciclismo con casi el 17% de las autorizaciones. Le siguen las federaciones de Hockey, Gimnasia, Atletismo y Remo.
El metilfenidato saltó a la actualidad de todo el mundo a mediados de septiembre cuando la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) confirmó que había sufrido un acceso no autorizado a su base de datos de TUEs. El grupo de ciberdelincuentes que se hace llamar Fancy Bears publicó en su página web las autorizaciones e historiales médicos de varios atletas olímpicos, como la gimnasta estadounidense Simone Biles, ganadora de cuatro medallas de oro y un bronce en los JJOO de Río de Janeiro 2016. La gimnasta de 18 años tiene un TUE para el uso del metilfenidato para el Trastorno de Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH) como ella misma contó en Twitter.
— Simone Biles (@Simone_Biles) 13 de septiembre de 2016
El metilfenidato es un viejo conocido
Este derivado anfetamínico está de moda desde hace unos años entre ejecutivos, oficinistas y trabajadores con largas jornadas laborales ya que permite superar sus capacidades y mejorar su rendimiento laboral. Su uso también es común entre deportistas aficionados. Una investigación realizada en Alemania encontró que el 15% de los triatletas amateurs admiten usar neuroestimulantes para incrementar la atención.
En realidad, el metilfenidato no es una sustancia nueva. En España, al igual que en otros países es un viejo conocido del mundo del deporte desde hace más de treinta años.
Angel Arroyo, líder del equipo Reynolds, protagonizó en la vuelta ciclista a España de 1982 uno de los primeros escándalos de dopaje en el ciclismo del país. 48 horas después de haber ganado la vuelta en la Castellana de Madrid se conoció que había dado positivo en un control antidoping realizado al finalizar la etapa 17º donde quedó tercero. Junto con Arroyo también dieron positivo en la misma etapa Pedro Muñoz (Zor), ganador de la etapa y Vicente Belda (Kelme) clasificado en segunda posición. Los tres corredores junto con Alberto Fernández, que dio positivo en la última etapa, lo fueron por una sustancia que en aquel entonces no se podía comprar en farmacias en España: metilfelinato, comercializado bajo las marcas Ritalín y Lidepran.
Hasta esa vuelta a España, Arroyo era un ciclista que llevaba tres años y medio como profesional y una carrera muy irregular. Lo mismo ganaba una etapa que se hundía al día siguiente. En una entrevista con El Mundo Deportivo declaró un día antes de conocerse su positivo:
«No conozco mis límites. Solamente que no soy corredor capaz de vaciarme. Cada uno tiene sus peculiaridades, yo subiré mejor que otros, pero en cambio no sé sufrir como un Rupérez, por ejemplo. Quien pretenda hacer de mí un ciclista sacrificado hasta los más lejanos extremos, se equivoca rotundamente.»
En total, seis corredores dieron positivo en aquella vuelta para desesperación de los equipos que no entendían cómo esa sustancia hacía saltar las alertas en las pruebas cuando hasta entonces había sido indetectable.
¿Qué había pasado? La respuesta es fácil de responder. España organizaba unos meses más tarde el Mundial de fútbol y el Consejo Superior de Deportes (CSD) se encargó de invertir más de setenta millones de pesetas de la época en comprar nuevos equipos de detección al laboratorio de Investigación Bioquímica y Control, el encargado de realizar este tipo de pruebas. Hasta ese mundial, en España nunca se habían efectuado controles antidoping a futbolistas profesionales, aunque sí en otros deportes como el ciclismo. Por primera vez España contaba con una tecnología que le situaba entre uno de los principales laboratorios de control antidopaje en Europa.
La sanción para Arroyo, al igual que para el resto, fue la siguiente: multa de mil francos suizos (unas 53.000 pesetas), un mes de suspensión de la licencia y descalificación a la última plaza en la etapa y diez minutos de penalización en la general. La victoria de aquella vuelta pasó a las manos de Marino Lejarreta.
Arroyo, que negó las acusaciones en un primer momento, a los pocos días declaró al diario ABC que el médico del equipo le daba vitaminas: “Este producto lo he tomado muchas veces y nunca he tenido problemas”. Aún más claro fue Alberto Fernández que desde un primer momento reconoció haberse tomado una pastilla que llevaba en el maillot, tras caerse durante el circuito madrileño.
Jordán Santos, doctor en fisiología e investigador de la Universidad del País Vasco en la Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte, afirma a DATADISTA que a pesar que el metilfenidato es un estimulante potente, no es comparable a las anfetaminas que tomaban los deportistas en los años setenta. El caso más conocido es el ciclista británico Tom Simpson, que murió durante una etapa del Tour de Francia en 1967.
Uso de las TUEs
En 1999 se puso en marcha la Agencia Mundial Antidopaje (WADA, en inglés) como organismo encargado de centralizar la lucha contra el dopaje. Desde ese año es la encargada de publicar de forma anual una lista de sustancias y métodos prohibidos para la práctica deportiva profesional, aunque esta lista fue creada en los años sesenta por el Comité Olímpico Internacional. En España tiene validez oficial a través de su publicación en el BOE. Esta es la lista para el año 2016.
Para que una sustancia esté incluida en la lista de sustancias prohibidas de la Agencia Mundial Antidopaje se tienen que cumplir tres criterios principales: que haya un beneficio claro en el rendimiento del deportista, que su uso pueda suponer un riesgo para la salud y que viole el espíritu deportivo.
Las Autorizaciones de Uso Teurapéutico (TUE) son exenciones de uso temporal de algunas de las sustancias incluidas en la lista en el caso de deportistas profesionales con problemas de salud y que su curación pase necesariamente por el consumo de un medicamento prohibido.
Su uso está muy extendido. En 2006, un estudio concluyó que el 60% de los corredores del Tour de Francia de ese año contaban con una TUE.
En España, las TUEs las gestiona la Agencia Española de Protección de la Salud en el Deporte (AEPSAD). Para poder solicitarla el deportista debe aportar un informe médico que acredite la necesidad de tomar la medicación para el tratamiento de una enfermedad.
El análisis de todas las TUEs entre 2008 y 2015 realizada por DATADISTA concluye que el 30,5% de ellas pertenecen a la federación de ciclismo. Es el deporte con mayor número de autorizaciones. DATADISTA hace pública esta base de datos en formato accesible y reutilizable.
El Trastorno de Déficit de Atención (TDAH)
El Trastorno de Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH) no fue incorporado como enfermedad hasta 1994. Este trastorno es un síndrome conductual que se caracteriza por ser una alteración neuropsicológica que provoca un exceso de impulsividad y energía física y distracción de manera persistente. Afecta principalmente a niños -estiman que al 5% de ellos- aunque en los últimos años su diagnóstico se está popularizando entre los adultos. El TDAH afecta principalmente al aprendizaje y a la concentración.
El estudio y diagnóstico del TDAH suscita una gran controversia. A pesar de diversas investigaciones surgidas en torno a este trastorno, sigue sin existir un consenso ni claridad en muchos de los aspectos que conforman la enfermedad y la forma de abordarla. El tratamiento farmacológico principal para tratar el TDAH es mediante la administración del metilfelinato que incrementa la disponibilidad de la dopamina. En 2013, las autoridades sanitarias de Estados Unidos alertaron de un exceso de diagnósticos del TDAH en niños y su sobremedicación sin necesidad.
Marino Pérez Álvarez, catedrático del Departamento de Psicología de la Universidad de Oviedo y coautor del Libro “Volviendo a la normalidad. La Invención del TDAH y del Trastorno bipolar infantil”, considera que “es un trastorno que no tiene entidad clinica para merecer el nombre de trastorno”. Pérez Álvarez niega, al igual que otros especialistas mundiales, que el TDAH merezca un diagnóstico que tenga causa o anomalía. “El tratamiento más usual que dan para ese mal diagnóstico inventado es un estimulante”. La medicación produce un alivio o mejoría inmediata pero no está claro que suponga un verdadero tratamiento. Al ser un estimulante, produce el mismo efecto se tenga o no TDAH, al igual que otras sustancias como las anfetaminas, la cafeína o las bebidas energéticas. “Es un dopaje para que los niños generen menos perturbaciones y molestias a los adultos”.
Según Pérez “las conclusiones no son claras y los pocos estudios que hay a largo plazo muestran claramente que la medicación continuada no está asociada con una mejora, sino que empeora el rendimiento escolar, causa ansiedad, depresión y tiene consecuencias cardiovasculares”. Marino Pérez considera que la medicación tanto en niños como en adultos es simplemente un dopaje para potenciar artificialmente el rendimiento.
¿Cómo se diagnostica el TDAH?
El diagnóstico del TDAH lo tiene que hacer un especialista en base a un cuestionario y una evaluación clínica con pruebas de neuroimagen o neurofisiológicas, aunque en la práctica (PDF) el cuestionario es la base principal del diagnóstico. El cuestionario de autoinformado de cribado del TDAH (PDF) contiene seis preguntas como “¿Con qué frecuencia tiene usted dificultad para acabar los detalles finales de un proyecto, una vez que ha terminado con las partes difíciles?” o “Cuando tiene que realizar una tarea que requiere pensar mucho, ¿con qué frecuencia evita o retrasa empezarla?”.
Según Marino Pérez, tener problemas no significa tener un trastorno o una enfermedad. “Muchos problemas de los adultos, como que no acaban sus tareas, tienen una atención dispersa, se olvidan de cosas, etc. Es algo que pasa muy a menudo a cualquiera que esté un poco ocupado y haciendo distintas tareas. Esos problemas que tienen los adultos ahora se suelen definir como si fuera un TDAH que no había sido detectado antes”.
En esta misma línea, Jordán Santos afirma que el problema con las autorizaciones para los TDAH es que no hay criterio tangible o inequívoco. “Además, si quieres conseguir una TUE para el TDAH puedes mentir y ya está”. Santos va más allá y considera que “si necesitas una TUE para poder competir, no deberías poder competir”.
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